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Fin a un negocio de 93 años

España.- La ferretería El Compás cerró este octubre después de 93 años en la calle Martínez. Luis Barbado, nieto del fundador, regentó el comercio durante 40 años.

Luis Barbado avanza por la calle Larios como un habitante del Centro. No es un turista que camina templado con la mirada perdida en las alturas de los edificios. No anda rápido, como un trajeado empresario. Pisa fuerte; con tranquilidad, pero mirando a la gente. A sus vecinos. En el trayecto de la calle Granada a la calle Martínez saluda con la mano a conocidos lejanos. Y hace lo propio con un apretón de manos a los más cercanos. Tanto unos como otros coinciden. «¿Ahora a disfrutar, no, Don Luis?».

«Listo. Ya se ha acabado». Con esa contundencia resume el fin de un negocio histórico para el Centro de Málaga. En la calle Martínez, paralela de la parte norte de la Alameda, se asentó desde 1921 uno de los más representativos negocios de la metrópoli malagueña, la ferretería El Compás. Hoy, en su lugar, tan solo queda un desnudo escaparate, con sus persianas amarillas bajadas y un hueco enorme donde debería estar el cartel con su nombre. Su aspecto desentona con descaro con algunos de los comercios de la calle. Cadenas de restaurantes, bancos y alguna que otra tienda de asiáticos. «No hay malagueños para tanto restaurante», bromea.

La jubilación de Don Luis acaba con una saga de tres generaciones de ferreteros. El abuelo de Luis, también Luis, un cordobés que se mudó a Málaga «buscando otros horizontes», comenzó trabajando como mozo en la ferretería Temboury, situada en la calle Liborio García, propiedad de una familia francesa. «En esa época los trabajadores vivían y dormían en el local». Luego, comenzó a trabajar de gerente en otra ferretería, donde aprendería el negocio. Después, en 1921, abriría El Compás. 93 años siendo parte de la historia viva de Málaga.

–¿No le habría gustado encontrar un sustituto?

–«La jubilación no le pilla a nadie por sorpresa pero la ley Boyer no permite traspasarlo. Además, ni mis hijos querían ni yo quería inculcarles el negocio. Deseaba que tuvieran una vida mejor».

Sin embargo, lo dice con nostalgia. «Es un trabajo muy agradable. La gente te enseña, te enriquece. Siempre he estado a gusto detrás del mostrador. Sientes mucha alegría cuando ayudas a alguien que te venía con un problema».

¿Las claves de su éxito? Se toma un instante en ordenarse las ideas. Luego sonríe. «Antes se tenía la idea de que enviar a alguien a la competencia si no tenías lo que buscaba era negativo. No obstante, yo siempre creí en que ayudar al cliente era lo más importante. El tiempo acabó por darme la razón. Eso, y sonreír. Guárdense los problemas de casa. Los clientes que llegan por la puerta no tienen culpa de que ustedes hayan tenido una mala noche. Sonrían y piensen. Pensad mucho antes de abrir un negocio».

Fuente: http://www.laopiniondemalaga.es



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